Muy pocos comics o novelas gráficas, como se les denomina ahora que los adultos son su público más fiel, logran entrar en las listas de los más vendidos. El año pasado, sólo Shortcomings irrumpió entre los 100 libros más solicitados según The New York Times.
Su autor Adrian Tomine (Sacramento 1974), venía de recorrer un largo camino que le llevó de talento precoz (a los 20 años se llevó el Harvey Award al Mejor Nuevo Talento) a mero imitador de Daniel Clowes o Chris Ware, pasando por eficaz ilustrador para The New Yorker, Esquire o Rolling Stone. Ahora gracias a este título se ha ganado los piropos de gran calibre firmados por coétaneos nada sospechosos de parcialidad. "Shorcomings es una novela gráfica excepcional: contiene la grandeza del cine de Eric Rohmer y la agudeza narrativa de Alice Munro", ha afirmado Jonathan Lethem.
"Tomine consigue lo que muchos novelistas no consiguen estilísticamente: frases nítidas que capturan lo atroz de un episodio sentimental", añade Junot Díaz. De trazo claro, preciso y sofisticado, sus historias, publicadas en miniseries bajo el título Optic Nerve, siempre han estado entrelazadas con la propia biografía, como mandan los cánones del mejor indie estadounidense.
Sus protagonistas son universitarios del siglo XXI con vida sentimental errática, ingresos más o menos solucionados, cierto egoísmo y frivolidad marca de su generación y preocupaciones existenciales varias. Se aproxima a los problemas más íntimos desde la ironía e, incluso, el sarcasmo; un poco a lo Woody Allen aunque en Tomine pese más la amargura que el humor. Con esta obra claudica ante la petición de la crítica que casi se había convertido ya en una exigencia: que tratara la cuestión racial, un tema siempre candente al otro lado del Atlántico, que también alcanza ya al lector europeo. Estadounidense de cuarta generación y origen japonés, acepta el reto a su manera: sus temas son la identidad y las relaciones humanas (sentimentales, de amistad) y la raza entra sólo como un factor psicológico más. Su patético protagonista, Ben Tanaka, se niega a reconocer su obsesión por las chicas rubias y blancas, síntoma de un rechazo evidente a sus origenes asiaticos, lo que unido a su misantropía e insesibilidad obliga a su novia MIko, a abandonarle. Los problemas políticos y personales se confunden en una relación expuesta a través de unos diálogos inteligentísimos, irreverentes y dibujos evocadores y minimalistas que convierten al lector en casi un voyeaur. No hay soluciones en Shortcomings y sí muchas preguntas sin respuesta.
No pretendo retratar a mi generación. Creo que es
presuntuoso postularse como portavoz de un grupo de personas